Nacido en Galicia e hijo de exiliados, fue un grande del diseño gráfico dentro de la psicodelia en Estados Unidos. Una retrospectiva de la Fundación Luis Seoane, ahora en el Musac de León, recorre su obra. Le visitamos en su casa en San Francisco
. También por un pequeño movimiento artístico de la zona de la bahía que hacia pintura figurativa con un toque de expresionismo abstracto. Al joven Moscoso le parecía una promesa lo suficientemente atractiva como para abandonar su trabajo de diseñador en una tienda departamental.El artista se apoya en una larga tabla que sirve de mesa de trabajo. Allí pasaba largas horas, sobre todo a altas horas de la noche.
Recién llegado a Oakland, el Ejército intentó enrolarlo para Vietnam, pero Moscoso no superó las pruebas. “La Armada intenta quebrarte para que después ellos te armen como quieran”, dice. La experiencia más importante de reconstrucción, sin embargo, llegaba con el LSD. “Cada vez que me lo tomaba tenía esta imagen de mí mismo en un bloque de escaleras donde se me desprendían mis brazos, las piernas, mi cabeza. Debía armarme nuevamente.
De Josef Albers, a quien considera una enorme influencia, aprendió todo sobre la experimentación con el color que, después del ensayo en blanco y negro de la gárgola, se convirtió en uno de los pilares de su obra. “No sabía nada sobre el color. Pensé que era solo pintura, pero para él era algo completamente diferente, algo por sí mismo. El color es como la niebla. Es como pintar con niebla”.
Un día uno de sus colegas y colaboradores, Rick Griffin, se apareció en su casa para mostrarle una obra en proceso. Llevaba la tabla donde estaba dibujando.