Él afirmó que no se casaría si no era por amor. Ella le definió “alegre como un latino, caballeroso como un Habsburgo, buen deportista como un inglés, y orgulloso y poeta como un español. Pero también egoísta como un hombre”.
, “Manette”), o tirar más bien por el eje franco-británico, que entonces se consideraba más liberal y moderno. Escoger a una u otra implicaba decantarse por el eje más conservador, ranciamente católico, o apostar por nuevos aires. Y estaba, por supuesto, el tema de la voluntad del rey, que
, “se ha comprobado que quedó espantada de la mandíbula borbónica y se negó en redondo al sacrificio. Con típico orgullo español, Alfonso encajó el golpe borrándola ipso facto de su mente, y dedicó sus atenciones a Ena, que, por otra parte, era mucho más guapa”. Un día dijo que no le gustaban las sombrillas abiertas en los paseos que dábamos en el Campo del Moro, y eso fue suficiente para que mi hermana las proscribiera en la Corte
. Vi a un pobre soldado con las piernas así ¡Qué horror! Otro que puede ver estaba completamente destrozado”. Dos años después de su boda, según refiere un embajador, no parecía muy adaptada a su nuevo país: todavía no hablaba castellano , en palacio se servía comida inglesa y no le gustaba ni Madrid ni San Sebastián
Alfonso prefería pasar tiempo en La Quinta, entre el Pardo y Madrid, donde se dedicaba a criar gallinas y cerdos, lo que de verdad le entusiasmaba y por lo que le llamaban “el porquerizo de la Corte” “alegre como un latino, caballeroso como un Habsburgo, buen deportista como un inglés, y orgulloso y poeta como un español. Pero también egoísta como un hombre”.