Los países bálticos, tres economías relativamente pequeñas, hacen frente a unos niveles de inflación de los más altos de la Unión Europea (UE), con herramientas limitadas y asuntos políticos pendientes de resolver, sobre todo en Estonia y Lituania.
Los precios de consumo ascendieron en mayo un 20% en Estonia, un 18,9% en Lituania y un 16,9% en Letonia con respecto al mismo mes del año pasado, según estadísticas oficiales, impulsados por la escalada de bienes y servicios esenciales como los alimentos, el combustible de calefacción y la electricidad.
Las políticas monetarias para ralentizar la inflación dependen del Banco Central Europeo , que ha señalizado que subirá los tipos de interés, mientras que Tallín, Riga y Vilna pueden hacer poco por limitar los precios globales de la energía y los alimentos y su impacto social en los países, todos ellos con ingresos per cápita por debajo de la media europea.
Las tres naciones buscan aprobar algún tipo de subsidio para aliviar los precios de la energía para los más vulnerables, pero Estonia está en el medio de una remodelación de gobierno, mientras que en Lituania los partidos de la Oposición están boicoteando los plenos del Parlamento y reuniéndose por separado.
Urge tomar medidas políticas antes de otoño, cuando comienza una nueva temporada de calefacción, pero también en vista de que en Letonia hay programadas elecciones parlamentarias el 1 de octubre y en Estonia el 5 de marzo del año que viene.