El abogado Larry Loftis ordena la vida de la condesa de Romanones en un libro. 'La princesa espía' (Roca Editorial), que se publica el próximo 10 de marzo, cuenta la historia de Aline Griffith, una vida llena de tensión, pasión y de amor por su país.
El norteamericano se registró y contempló su lujoso entorno. El Palacio de Estoril, el más elegante de Portugal, hacía honor a lo que había oído: un opulento hotel de cinco estrellas y un complejo con campo de golf, spa y el mayor casino de Europa, todo situado junto 23 a la deslumbrante playa de Tamariz.
Entretanto, al otro lado del océano, en el Nueva York rural una mujer alta y joven que acababa de graduarse en el College de Mount Saint Vincent estaba buscando empleo. Tenía la apariencia de una actriz o una modelo, pero su pequeña ciudad no ofrecía esa clase de trabajos. Nacida el 22 de mayo de 1920 en Pearl River, Nueva York, Marie Aline Griffith era la mayor de seis hermanos.
Todavía en las décadas de 1930 y 1940, Pearl River parecía un lugar suspendido en una época anterior, de tal modo que algunos de los maestros de la escuela habían dado clase tanto a Aline como a su madre. Aquí los delitos eran casi inexistentes, pero no había mucho que hacer salvo pasear hasta el parque o ir de excursión por el bosque. En un esfuerzo por promover los negocios y la construcción comercial, Pearl River se calificó a sí misma como «La ciudad de la gente amable».
Durante dieciocho meses, Aline exhibió los nuevos vestidos de la temporada, participando en desfiles como si se hubiera formado en París. Sin embargo, lo que menos le interesaba eran los accesorios, el maquillaje, los peinados o el glamour de la moda. Agradecía el trabajo, pero había una guerra en marcha, y su vida cotidiana le parecía casi inmoral si pensaba en los sacrificios que otros estaban haciendo.
—Vamos a ver, ¿por qué demonios una chica atractiva como usted, sana y salva aquí en Nueva York, quiere ir al extranjero a enredarse en una masacre sangrienta? ¿A un sitio dónde su vida podría estar en peligro?—Me encanta la aventura. Me gusta correr riesgos. Todos los hombres que conozco tienen ganas de ir. ¿Por qué es extraño que una mujer quiera ir también?
Pero como no oyeron nada más al respecto, lo dejaron correr. De pronto, el último día de septiembre, Aline recibió una llamada de larga distancia.Aline contestó que sí. —Dígale a su familia que va a ser entrevistada por el Departamento de Guerra para un empleo. Llene una maleta con ropa adecuada para el campo. Quite todas las etiquetas. No lleve nada con sus iniciales, ni papeles ni cartas con su nombre. Nadie debe ser capaz de identificar nada relacionado con usted.
La función principal de la entidad era distribuir noticias, películas, publicidad y programas de radio en Latinoamérica para contrarrestar la propaganda alemana, y el trabajo de Edmundo —iniciado el 19 de enero de 1942— consistía en asesorar sobre su puesta en práctica en México. Como la OIAA había creado una división especial para producir propaganda a través del cine y la radio, Edmundo consultaba a menudo con el principal contratista: Walt Disney Company.
Las referencias que daba eran impresionantes: el doctor Enrique de Lozado, su supervisor en la OIAA, y un tal Henry A. Wallace, vicepresidente de los Estados Unidos. Mientras asentía, Aline notó que el corazón le latía con fuerza. —Es casi lo más lejos que he estado de casa. Recordando la advertencia de Ryan sobre la posibilidad de que la siguieran, recorrió tres manzanas, entró en una tienda, llamó al hotel para preguntar la dirección y pidió un taxi.que conducía a la entrada del hotel. El Hay Adams parecía un edificio gubernamental —un cubo descomunal construido con los omnipresentes bloques de granito gris de la ciudad— y bullía de actividad. Mozos y botones se apresuraban de un lado a otro cargando y descargando equipajes.
Desde su asiento de atrás, Aline reparó en que el chófer miraba continuamente por el retrovisor para asegurarse de que no les seguían. Williams les informó de que la cena se serviría a las seis y que después habría una reunión en la biblioteca con las nuevas incorporaciones. Tras volverse hacia un sargento, dijo:El sargento cogió la maleta de Aline y la condujo arriba. La habitación era pequeña y espartana, con dos camas individuales, un escritorio y dos sillas pequeñas. Una joven de rostro enjuto y largas pestañas miró desde una de las camas y dejó un libro a un lado.
Terminada la cena, el grupo se dirigió a la biblioteca. Un crepitante fuego daba a la estancia un resplandor ambarino; el capitán Williams estaba inclinado sobre un escritorio, al parecer evaluándolos. —Lo primero que les conviene meterse en la cabeza —comenzó el hombre— es que esto es una agencia secreta de inteligencia, no un servicio de información pública. La inteligencia que proporcionamos a los militares es de alto secreto. ¿Saben lo que significa esto? Pues que a uno pueden pegarle un tiro solo por conocerla. En otras palabras, ni siquiera un oído se lo puede decir al otro.
Después de cenar, el grupo vio una película sobre adiestramiento y luego asistió a una breve clase sobre cartografía. Pero ni siquiera entonces terminó la cosa. Antes de irse a la cama, tendrían otra clase: pelea con cuchillo. Desarmados. El segundo día hubo clases sobre adquisición y transmisión de inteligencia secreta, así como sobre la manera de reclutar y dirigir a subagentes. Tras el almuerzo, otras dos horas con el comandante Fairbairn estuvieron dedicadas al combate cuerpo a cuerpo.