La ciudad gaditana nació como dique contra el Gibraltar británico y acabó viviendo de los empleos del peñón
y la Costa del Sol, con la emblemática Marbella, quedan a muy poca distancia. Lo que sí llega es droga, en grandes cantidades. Marruecos, el mayor productor mundial de hachís, está justo enfrente, a unas pocas millas náuticas. Y con el hachís vienen también toneladas de cocaína.
“Eso ha funcionado”, reconoce el alcalde Franco. “Pero el plan debía ser integral y no lo ha sido”. Franco se refiere al apartado económico y social que debía complementar la acción de la policía. Ahí no se perciben grandes mejoras. “Y de ahí vienen muchos males, como el fracaso escolar”, sigue el alcalde. En una operación, según el policía antidroga, pueden participar unas 30 personas. Es fácil que cada una de ellas saque entre 6.000 y 10.
La Atunara fue una aldea de pescadores mucho antes de que existiera La Línea. Y mantiene una estructura de casitas y callejuelas angostas no muy distinta a la de una casba norteafricana. Los trabajadores sociales no dan abasto en este barrio estigmatizado por el narcotráfico. El año pasado hubo protestas contra las operaciones policiales que degeneraron en disturbios; ahora la zona está relativamente tranquila.
Y volvemos al principio, a las paradojas. Una provincia como Cádiz, que dispone de belleza, buen clima, puertos y alguna gran industria como Acerinox, junto a Algeciras, incluye algunas de las zonas más pobres de España. La Línea, por ejemplo. El alcalde Juan Franco sigue empeñado en convertirla en ciudad autónoma, como Ceuta y Melilla, para acceder a las ventajas fiscales.