El 27 de septiembre de 1822, el lingüista francés Jean-Fraçois Champollion anunció en París que había descifrado el rompecabezas de los jeroglíficos gracias a la estela del siglo II a.C.
pervivía en el copto africano. No falló por mucho: el copto derivaba del demótico a pesar de ser escrituras diferentes.
Sus hallazgos los presentó a la comunidad académica en la parisina Academie des Inscriptions et Belles Lettres el día 27 del mismo mes. Entre el público se encontraba su rival Thomas Young, con quien había compartido correspondencia pero de quien se había ido distanciando.
Tras la revelación, Champollion fue víctima de cierto aislamiento entre sus colegas. Para sustentar sus interpretaciones, se fue a Turín, donde pusieron a su disposición una gran cantidad de documentos para producir un corpus de textos descrifrados y traducidos. Después, en 1828, se embarcaría en un nuevo, en el que recabaría información tan importante como la existencia de Hatshepsut.