No es fácil desentrañar el mensaje oficial de un banco central. Si el objetivo es mayor transparencia, lo que no consiguen es claridad. Es verdad que cuando las cosas están en calma, el mensaje es menos difuso, pero cuando la visibilidad es baja, el efecto es contrario a lo deseable.
con el que pretende endurecer las condiciones de crédito y rebajar la inflación.Esa idea un tanto maniqueísta de la política monetaria es lo que hasta ahora se esperaba, es decir, pasar de una subida acelerada a un nuevo ciclo de bajadas.
Y aquí es donde está el quilombo. Si la inflación sigue siendo el objetivo prioritario, quizás crea que es pronto para comunicar el final, pues eso podría llevar a que el sector privado renueve su apetito por el consumo a la espera de que el coste de la financiación y una mayor oferta de crédito puedan llevar de nuevo a elevados niveles de consumo. Si esto sucede, la inflación haría un camino igualmente de pausa para volver a subir.
De hecho, el problema de la inflación no está en el consumo de bienes duraderos. Tampoco en la energía, cuyo impacto hoy es residual gracias al actual precio de los combustibles. El problema es la, como se apreció en los datos de mayo publicados hace tan solo unos días en Estados Unidos.