Las memorias de José Luis Leal, militante de joven en el Frente de Liberación Popular, ayudan a completar el relato del fin del franquismo y los inicios de la democracia en España desde el punto de vista de las élites
vale la pena. Por lo singular de la trayectoria del autor, por la profundidad con la que para empezar narra episodios que son hitos generacionales: experiencias de politización antifranquista incorporadas ya al relato de la España contemporánea como lugares de memoria. Pocos tan paradigmáticos, pongamos por caso, como. Desde el momento que se produjeron se supo que simbolizaban un punto de inflexión entre padres integrados en el sistema e hijos que lo cuestionaban.
A finales de 1948, cuando tenía nueve años, apareció en su casa el preceptor de estudios del príncipe, que se formaría en España bajo el control del dictador. Tuvo una conversación con él y en pocas semanas le daban el sí a su padre, monárquico que había sido compañero de don Juan en la escuela naval: su hijo sería uno de los elegidos que estudiarían con el futuro rey en la finca de Las Jarillas y luego en San Sebastián.
El capítulo más relevante del volumen es la descripción de la política económica de los gobiernos de Suárez —Leal llegó a ministro— en una coyuntura crítica Y en París, tras el 68, empieza a trabajar en la OCDE. Su descripción de los personalismos en ese organismo de asesoramiento económico tiene momentos de notable comicidad, pero lo relevante es que Leal asumió cargos en el área del sur de Europa. Reuniones de alto nivel en Madrid y escapada de un día para poder votar en las elecciones constituyentes. Aquel día cenó con viejos camaradas y mantuvo una conversación con Enrique Fuentes Quintana.