OPINIÓN | 'El emperador de turno vuelve a decidir unilateralmente quién es demócrata y quién no lo es', por Roberto Montoya
El presidente de EEUU, Joe Biden, desciende del Air Force One a su llegada a la Base Aérea de Osan, en Pyeongtaek, en su visita a Corea del Sur. REUTERS/ Lee Jin-man/Pool
En 1994, cuando tuvo lugar la I Cumbre, hacía pocos años que se había acabado la Guerra Fría, el mundo se había convertido en unipolar; Estados Unidos sacaba pecho, había vencido a la única otra superpotencia mundial económica, política y militar, la Unión Soviética. Muchos de los mandatarios invitados a las posteriores cumbres tenían perfiles tan democráticos y ejemplares como los mencionados, pero Cuba seguía siendo la mala de la película. La OEA había expulsado a Cuba de su seno en 1962 y parecía coherente que EEUU la siguiera excluyendo de cualquier proyecto interamericano.
Sin embargo Joe Biden pareciera no tener en cuenta que la región experimenta en el último periodo un nuevo cambio. Otra oleada de nuevos gobiernos progresistas -aunque de muy variadas características- vuelven a cambiar el escenario político en la región, en Chile, en Bolivia, en Perú, Honduras, México, con la posibilidad real de ampliarse a Brasil, a Colombia, si el golpismo blando y el populismo ultraderechista no termina alterando esos procesos.
Colombia siempre ha sido considerada como una gran plataforma regional para los planes de seguridad de Estados Unidos, al punto que es el único país al que se le ha aceptado como miembro observador en la OTAN.