Sus muñecas vestían de Dior y los ponis con los que jugaba eran purasangre de la familia real saudí. No había capricho o exquisitez que no tuviera a su alcance. El mayor
de todos que su nombre figurara en la cubierta del yate más grande y lujoso del mundo, el de su padre, el armador griego Aristóteles Onassis. Pero su soledad lo devoraba todo., pero a la que nunca habían prestado atención. Su malestar se traducía en adicciones a la coca-cola y a las barritas energéticas. No había nada que pudiera colmar el hecho de no haber sido una niña deseada por sus padres.
Hemos resumido esta noticia para que puedas leerla rápidamente. Si estás interesado en la noticia, puedes leer el texto completo aquí. Leer más: